dilluns, 6 d’abril del 2015

DEL TIEMPO, LA LONGITUD Y LOS TELÉFONOS INTELIGENTES



¿Qué hora es? Actualmente el llamado Sistema Internacional de Unidades (http://www.bipm.org/) nos proporciona una definición para la unidad de tiempo basada en la frecuencia de la radiación emitida por el átomo de Cesio en unas condiciones muy estrictas. Así, con la tecnología adecuada, podemos establecer con gran precisión la hora que es. Pero las cosas no fueron siempre así de sencillas. 
Puesto que hasta 1950 no se construyó el primer reloj atómico, antiguamente la observación de los astros, con sus conocidos ciclos periódicos, fue la mejor referencia que tuvimos para medir el paso del tiempo. Durante mucho tiempo se utilizó el paso del Sol por el meridiano para marcar la hora de referencia. En un reloj de Sol típico un estilete, llamado gnomon (foto derecha), proyecta su sombra sobre una superficie plana con marcas indicando la hora. Si tomamos por buena la hora de nuestro reloj atómico observaremos que a medida que pasan los días el reloj de Sol se adelanta, luego se atrasa, vuelve a adelantar y así sucesivamente, con una desviación máxima de unos 16 minutos respecto a la hora correcta. ¿Y esto cómo puede ser? 
La razón es doble. Por un lado, la inclinación del eje de la tierra respecto a la eclíptica 23°26'16" hace variar la altura aparente del Sol a lo largo del año. En invierno el Sol describe un arco en el cielo más bajo que en verano, alcanzando su mínimo y  máximo respectivamente en los solsticios. Esto explica cómo en las regiones circumpolares (por encima de los 66º33’45’’) el Sol puede no llegar a ponerse y no llegar a salir durante días. También por qué en el Trópico de Cáncer (23°26'16"N) durante el solsticio de junio a mediodía los postes verticales no arrojan sombra y el fondo de los pozos queda perfectamente iluminado por el Sol a mediodía. En el Trópico de Capricornio (23°26'16"S) ocurre en el solsticio de diciembre.La otra razón es que la pequeña pero observable excentricidad de la órbita que la Tierra entorno al Sol provoca variaciones en su velocidad de traslación (Kepler lo plasmó en su segunda ley http://es.wikipedia.org/wiki/Leyes_de_Kepler ), lo cual afecta a la posición aparente de nuestra estrella cuando la observamos dos días consecutivos a la misma hora y la hace distinta a la esperada si fuese nuestra órbita perfectamente circular. Este fenómeno puede plasmarse en una figura que llamamos analema, que podemos construir fácilmente si tenemos la paciencia de fotografiar el cielo desde la misma posición a intervalos regulares durante un año entero. Pero aún corrigiendo esta predecible desviación y obviando que sólo funciona de día, el auténtico problema del reloj de Sol es que sólo mide la hora local. Así que la medida del tiempo en un horario unificado depende de cuánto al este o al oeste te encuentres de tu meridiano de referencia. Si aceptamos que un día tiene 24 horas y lo asociamos a un giro de la Tierra de 360º respecto al Sol, resulta que el reloj de un individuo situado 15º al Este de nuestra posición marcará una hora más que el nuestro. Sin lugar a dudas la exploración y la cartografía de la superficie de nuestro diminuto planeta durante siglos estuvo ligada a la observación y comprensión del cielo, y al desarrollo de relojes transportables y precisos.  
Y aunque a nuestros niños les cueste creerlo no siempre tuvimos un smartphone que además de permitirnos hablar con nuestro primo en las antípodas como si lo tuviésemos delante, nos diese la hora con una precisión de milisegundos y nos pudiese advertir qué salida hemos de tomar en la autopista.

Juanjo



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