En 1202, Lorenza Pisano,
hijo de Bonaccio, mejor conocido como Fi-Bonacci (filius Bonacci), escribió un tratado de matemática. En este tratado se encuentra un singular
problema sobre la reproducción de los conejos.
Imaginemos que una pareja
de conejos se reproduzca cada mes desde el segundo mes de vida. Asumimos, por
simplicidad, que en cada parto nazca una nueva pareja de conejos. ¿Cuantas
parejas de conejos tendré al final del año?
Fig. 1 |
La pregunta puede no
tener particular interés, de hecho el problema es muy poco realista, pero la solución sigue intrigando matemáticos
y naturalistas desde entonces. El cálculo es sencillo (Fig.1). Empezamos con 1 pareja de conejos que se reproduce a partir de su segundo mes de vida. Al mes siguiente, habrá 2 parejas, de las cuales una recién nacida. Al mes siguiente la pareja madura se reproduce, pero la otra, por definición, todavía no. Tendremos así 3 parejas. Al quinto mes tendremos cinco parejas porque las primeras dos parejas darán vida a otras dos, pero la última pareja nacida, todavía no (4+1=5). Y así a cada paso. Los números de parejas en cada mes forman la que hoy llamamos la serie de Fibonacci:
1,1,2,3,5,8,13,21,34,55,89,144,377….
Fig 2 |
Fig 3 |
Si construimos una serie de cuadrados, cada uno de lado igual a un número creciente de la serie, y unimos los vértices opuestos con una curva, obtenemos la espiral de Fibonacci. Esta espiral se aproxima a las que se encuentran en muchas especies, como por ejemplo en los caracoles o en el nautilus Nautilus pompilius (Fig.3). Y hay otros ejemplos.
Una reflexión final: en la naturaleza hay sin duda procesos que siguen
o se aproximan a los números de Fibonacci (y hay distintas razones de porque
pasa esto), sin embargo hay también muchísimos
que no lo hacen, por ejemplo, hay flores que tienen 4 o 6 pétalos.
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